Es innegable lo interesante de fotografiar la vida cotidiana, los niños que juegan en un parque, los enamorados dándose un beso timorato, el hombre apresurado de la ciudad o el viejo que, altivo, luce aún su uniforme militar. La cotidianidad es el lenguaje por excelencia de la fotografía de calle y es casi imposible que exista un fotógrafo que en sus albores no se haya dejado seducir por ella.
La calle nos muestra cómo vivimos o cómo queremos vivir, como pensamos, como somos, pero de manera muy abstracta quienes somos. Es importante recordar que por semiótica, toda fotografía es semi-subjetiva y, por consecuencia, la imagen no solo devela el sentir de los fotografiados si no también del fotógrafo.
Hay una anécdota que cuenta que; cuando se fundó la agencia Magnum alguien se acercó a Robert Capa y le dijo: “tus ideas son muy utópicas”, y él respondió: “Sí, y justamente por ello debería sacarlas de mi cabeza y ponerlas en la realidad”; yo lo creo y pienso que es buen momento para perder el miedo de caminar por esa calle oscura y sacar nuestras utopías.






